Los vikingos se apropiaron de muchas divinidades que conocieron durante sus correrías; de esta forma ampliaron su Panteón privado con otras creencias y religiones, y así demostraron ser un pueblo que aceptaba lo «diferente» como un lógico resultado de la inmensidad del mundo. Un claro ejemplo de ello era la lucha entra las dos razas de dioses, Aesir y Vanir, semejante al enfrentamiento entre los dioses del Olimpo y los Titanes, pero con un resultado distinto. Los Aesir y los Vanir entendieron que la guerra es algo fútil y, tras años de batallas, llegaron a vivir en paz.
El complejo mundo vikingo se ha expresado en esta baraja a través del simbolismo tradicional del tarot, que profundiza en la mitología, religión y organización social de las tribus guerreras del norte.
Los Aesir, divinidades supremas, ocupan su lugar entre los Arcanos mayores.